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Antes de que Ian Sherrington se convirtiera en el hombre que cre¨® la tecnolog¨ªa que recibir¨ªa la primera apuesta deportiva en l¨ªnea del mundo, fue asistente de una tienda de bicicletas, operador de computadoras para una compa?¨ªa de seguros y, finalmente, un estudiante veintea?ero en bancarrota que compart¨ªa un peque?o departamento en Londres con algunos amigos.
Sin embargo, t¨¦cnicamente, todo comenz¨® antes, mucho antes.
Ian Sherrington es el ingeniero detr¨¢s del lanzamiento de la primera casa de apuestas deportivas en l¨ªnea del mundo. Como director t¨¦cnico de Intertops a mediados de los 90, cre¨® e implement¨® el sistema que acept¨® la primera apuesta deportiva en l¨ªnea en 1996. No es un nombre que busque atenci¨®n, pero su huella est¨¢ en todos los cimientos del iGaming moderno. Desde cupones postales y l¨ªneas de fax hasta la depuraci¨®n de c¨®digo en Antigua, Ian estuvo presente desde el principio y sigue .
¡°Creo que la primera vez que me met¨ª en el mundo de las apuestas, por as¨ª decirlo, fue cuando constru¨ª una especie de Rueda de la Fortuna para los Boy Scoutsé¢ ¡ªcuenta Ian¡ª. ¡°Ten¨ªa unos siete u ocho a?os y usaba rel¨¦s, muchos trozos de cable y soldadura. Ten¨ªa luces, colores, una gran rueda giratoria, y pulsabas uno de esos timbres; la luz que se encendiera era tu apuestaé¢,
Esto no era solo una novedad. Fue el primer experimento de Ian con probabilidades, electricidad, l¨®gica y participaci¨®n del usuario, aspectos que definir¨ªan gran parte de su carrera.
¡°Lo montamos en la fiesta del vicarioé¢, a?ade. ¡°Fue un ¨¦xito totalé¢.
Un par de d¨¦cadas despu¨¦s, Ian vive en Londres, compartiendo piso con tres amigos en un peque?o apartamento en Pimlico. ¡°Nos llev¨¢bamos bien ¡ªdice¡ª, pero la regla era que si alguien discut¨ªa, ¨ªbamos al pub, nos compr¨¢bamos una cerveza y record¨¢bamos que nos quer¨ªamosé¢.
Una noche, la regla se activ¨®; discutieron, fueron al pub, se reconciliaron y entonces un turista alem¨¢n al azar le ofreci¨® un cigarrillo a Ian.
¡°Hablaba un poco de alem¨¢n, as¨ª que empezamos a hablar ¡ªdice Ian¡ª. Me dijo que acababa de llegar en tren de Alemania y que quer¨ªa abrir una casa de apuestas en Londres. Dijo que buscaba alojamiento, una licencia y una forma de entraré¢.
Por pura casualidad, el piso de arriba acababa de quedar disponible. ¡°Le dije que pod¨ªa mudarse arriba ¡ªdice Ian riendo¡ª. Y ah¨ª es donde empez¨® Intertopsé¢.
El turista alem¨¢n era un hombre llamado Detlef Train, un hombre afable y motivado con una visi¨®n: acercar las apuestas de f¨²tbol alem¨¢n a un p¨²blico m¨¢s amplio. El plan inicial no era innovador; se anunciar¨ªa en Kicker, una revista de f¨²tbol alemana, y los apostadores enviar¨ªan su nombre y direcci¨®n por correo.
A cambio, recibir¨ªan un cup¨®n con los partidos de esa semana, completar¨ªan sus predicciones y las enviar¨ªan por correo.
¡°Era un ciclo de dos semanas ¡ªdice Ian¡ª. Un lote de cupones sal¨ªa, otro entraba. Todo se procesaba a mano. Y nunca llamabas a Detlef un domingo; estaba machacando la calculadora, clasificando a los ganadores y los perdedoresé¢. Era un proceso ca¨®tico, manual y un ¨¦xito rotundo, y el negocio despeg¨® m¨¢s r¨¢pido de lo esperado.
Ian finalmente dej¨® Londres para trabajar en los Pa¨ªses Bajos. Para entonces, Detlef contaba con una clientela creciente, pero el proceso se sosten¨ªa con cinta adhesiva y mano de obra. Para escalarlo, necesitaba un sistema adecuado, y contrat¨® a un amigo para que lo construyera.
¡°Pero fue absolutamente horrible ¡ªcuenta Ian¡ª. Se iba a desmoronar, solo faltaban unas semanas para que todo se derrumbaraé¢.
Entonces intervino Ian, quien ahora trabaja a tiempo completo para Shell.
¡°Lo reescrib¨ª todo. Cre¨¦ un nuevo sistema desde cero ¡ªdice¡ª. Eso se convirti¨® en el sistema Intertopsé¢.
A partir de ese momento, todo se aceler¨®. Detlef traslad¨® el negocio a Austria. La empresa empez¨® a procesar apuestas de toda Europa: Suecia, Dinamarca, Alemania y el Reino Unido. Se contrataron telefonistas.
¡°Ten¨ªamos un sistema de lectura ¨®ptica de marcas ¡ªdice Ian¡ª. La gente rellenaba los formularios y marcaba sus apuestas, y ten¨ªamos una m¨¢quina que pod¨ªa leer esas marcas; se acab¨® la entrada manualé¢.
Todav¨ªa era de la vieja escuela, pero estaba escalando.
Detlef e Ian mantuvieron una estrecha relaci¨®n a lo largo de los a?os, unidos por el caos de aquellos primeros tiempos, y un verano, Detlef fue a visitar a Ian y a su esposa a los Pa¨ªses Bajos. Detlef quer¨ªa ir a pescar e Ian supuso que se refer¨ªa al Mar del Norte.
¡°”Se refer¨ªa a estar sentados en una id¨ªlica orilla del r¨ªo. Reserv¨¦ un barco pesquero transoce¨¢nico para las 6 de la ma?ana ¡ªcuenta Ian¡ª. Ten¨ªamos resaca y nos quedamos ocho horas en este barco pescando caballaé¢.
Pero esa ma?ana, en alg¨²n lugar de la costa holandesa, ocurri¨® un poco de magia.
Detlef le dijo: ¡°?Sabes una cosa? Ya lo hemos hecho todo. Las l¨ªneas telef¨®nicas funcionan. El sistema de marcado ¨®ptico funciona. Todo est¨¢ automatizado. ?Y ahora qu¨¦?é¢
Ian se qued¨® pensando un momento y, luego, le dijo:
¡°Bueno…sali¨® algo nuevo, se llama Interneté¢.
El viernes, no te pierdas la segunda parte de nuestra serie ¡°Los pioneros del juego en l¨ªneaé¢, en el que Ian nos cuenta cuando recibi¨® la primera apuesta deportiva en l¨ªnea y c¨®mo casi fueron derrotados por un enchufe.