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Antes, los fan¨¢ticos gritaban desde la tribuna por la pasi¨®n que les provocaba el juego, ahora, gritan porque en el mundo de las apuestas deportivas, alguien apost¨® unos cientos de d¨®lares a que una mujer se caiga bajo la lluvia.
Bienvenidos al 2025, una era en la que el acoso a los atletas en las apuestas deportivas no es solo un efecto secundario: es la atracci¨®n principal. El ego, los derechos y la importancia personal han convertido al humilde apostador en un autoproclamado protagonista del juego. ?El caso en cuesti¨®n? El autodenominado acosador de atletas que interrumpi¨® a la deportista ol¨ªmpica Gabby Thomas en el Grand Slam Track Philadelphia 2025, presumi¨® de sus acciones en X y, r¨¢pidamente, fue expulsado por FanDuel. Un autogol digital de proporciones casi po¨¦ticas.
En alg¨²n momento, apostar dej¨® de ser una emoci¨®n pasajera y se convirti¨® en una fantas¨ªa Los apostadores no solo quieren ganar, quieren ser vistos como los que hacen posible que suceda. Haz una apuesta, grita un comentario o publica un clip. Es una tr¨¢gica obra con un solo actor, en la que el atleta interpreta al villano y el apostante al h¨¦roe, excepto que el h¨¦roe tiene wifi, no tiene filtro y no tiene un tel¨¦fono lleno de delirios. Los psic¨®logos lo llaman ¡°ilusi¨®n de control¡±: la creencia de que tus acciones, como hacer una apuesta o gritar desde las gradas, pueden influir en un resultado que en realidad es aleatorio.
Con el nombre de usuario @mr100kaday, nuestro antih¨¦roe en la pista se film¨® a s¨ª mismo humillando a Thomas antes de una carrera de 100 metros en Filadelfia.
¡°Eres una fracasada, Gabby. ?Te vas a caer!¡±, grit¨®, con toda la originalidad de una hoja de apuestas empapada. Luego, como un verdadero estudioso de la deportividad, public¨® el v¨ªdeo en Internet con el siguiente mensaje:
¡°Hice perder a Gabby grit¨¢ndole cosas y gan¨¦ mi apuesta combinada¡±.
Apost¨® por Melissa Jefferson-Wooden para ganar y, cuando lo hizo, se llev¨® casi 1.700 $ (1.565 €) de una apuesta de 1.000 $ (920 €). Tambi¨¦n sum¨® una ganancia de 827 $ (760 €) en una apuesta combinada de cuatro. No obstante, en lugar de pasar desapercibido y disfrutar del dinero, dobl¨® su apuesta y presumi¨® su haza?a para posicionarse como el equivalente deportivo de un villano de Bond con un tel¨¦fono barato y una aplicaci¨®n de apuestas. Y as¨ª, FanDuel hizo lo que las autoridades reguladoras y la seguridad privada de los estadios no suelen hacer: lo expulsaron.
Hay que reconocer que FanDuel no por la ambig¨¹edad en relaciones p¨²blicas. Nada de medias tintas ni ¡°estamos monitoreando la situaci¨®n¡±. Fueron muy directos:
¡°FanDuel condena en¨¦rgicamente cualquier comportamiento abusivo dirigido a los atletas. Amenazar o acosar a los atletas es inaceptable y no tiene cabida en el deporte. Este cliente ya no puede apostar con FanDuel¡±.
Y esa es la l¨ªnea que necesitamos desde hace a?os. No solo de los operadores, sino de todos los que tienen una participaci¨®n en el juego, porque durante demasiado tiempo, la cultura de las apuestas ha permitido una nueva generaci¨®n de espectadores. No es un aficionado ni un estudiante de deportes, sino un titiritero de sill¨®n ego¨ªsta que piensa que apostar dinero por un resultado le da derecho a formar parte de la actuaci¨®n.
No se trata solo de que una persona le grite estupideces a una atleta ol¨ªmpica, sino que es parte de un patr¨®n creciente y profundamente t¨®xico de acoso a los atletas en las apuestas deportivas.
El lanzador de los Red Sox, Liam Hendriks, habl¨® recientemente sobre el ¡°deplorable¡± abuso diario por parte de apostadores enojados. Su compa?ero, Jarren Duran, fue abucheado por sus problemas de salud mental en el pasado. En Houston, un apostador amenaz¨® de muerte a la familia de Lance McCullers Jr porque hab¨ªa perdido un partido. En un se determin¨® que el 12 % del acoso en redes sociales contra atletas universitarios proviene directamente de jugadores molestos, y ciertos eventos, como March Madness, registran ¨ªndices a¨²n m¨¢s altos. El March Madness represent¨® el 73 % del abuso relacionado con las apuestas deportivas. No es casualidad, es un sistema. Signify AI registr¨® un aumento de casi el 200 % en el acoso contra atletas durante eventos de alto perfil. De manera alarmante, uno de cada cinco mensajes hac¨ªa referencia a las apuestas.
Esto no es broma, es un arma cargada.
Sol¨ªamos hablar de los ¡°partidos arreglados¡± como un caso de corrupci¨®n y clandestinidad. ?Pero esto? Esto ocurre con total libertad, es el sabotaje desde el p¨²blico, una evoluci¨®n extra?a en la que los fan¨¢ticos se convierten tanto en partes interesadas como en saboteadores. Lo que antes ocurr¨ªa en trastiendas llenas de humo ahora se desarrolla en p¨²blico, bajo los focos del estadio, se transmite en 4K y luego lo comparten, voluntariamente, los propios hostigadores.
Lo que le ocurri¨® a Gabby Thomas es indignante, pero no es algo sin precedentes. Los atletas llevan d¨¦cadas sufriendo las consecuencias de la sensaci¨®n de privilegio de ser espectadores. A veces es verbal, otras, digital. En ocasiones, ya es violencia.
Lo hemos visto todo:
Estados Unidos y los pa¨ªses angloparlantes no son los ¨²nicos responsables de este problema. En todo el mundo, los organismos deportivos se enfrentan a la misma combinaci¨®n t¨®xica de apuestas, privilegios y abuso. En Europa, el Convenio Macolin del Consejo de Europa se ha consolidado como un acuerdo hist¨®rico para detener, detectar y sancionar la manipulaci¨®n de las competiciones deportivas, particularmente aquellos influenciados por apuestas ilegales. El alcance global del problema exige m¨¢s que la prohibici¨®n de plataformas. Requiere una estrategia compartida transfronterizamente.
Lo que hace que este caso sea tan absurdo no es solo el acto, es la necesidad de que te vean haci¨¦ndolo. Esta persona no solo cruz¨® la l¨ªnea; la prendi¨® fuego y bail¨® sobre ella para la c¨¢mara. Y al hacerlo, expuso una nueva podredumbre en el panorama de las apuestas deportivas: el rendimiento de las apuestas.
Porque ahora no se trata solo de ganar. Se trata de que te vean ganar. Capturas de pantalla. Vueltas triunfales. Charla basura. Es la l¨®gica de los influencers aplicada a las apuestas, y crea resultados tan sombr¨ªos como extra?os. Esto refleja la cultura de los influencers, donde compartir y conseguir “me gusta” y patrocinios se vuelve tan importante como el resultado en s¨ª, lo que lleva a los apostadores a buscar validaci¨®n mediante la exhibici¨®n p¨²blica de sus apuestas e interacciones.
Esta es la parte que los reguladores no han abordado. La dimensi¨®n de las redes sociales. El rendimiento del poder. La lenta transici¨®n de la ¡°participaci¨®n de los aficionados¡± a la sensaci¨®n de derecho. Y cuando esa sensaci¨®n de derecho se extiende a la pista, al banquillo, a un campo o a una cancha, deja de ser deporte y empieza a ser algo completamente distinto.
FanDuel hizo lo correcto, pero a¨²n no termin¨® y el resto de la industria tampoco. Necesitamos pol¨ªticas que corrijan la conducta m¨¢s claras, acciones m¨¢s r¨¢pidas, datos compartidos con las ligas. Tal vez, incluso, un ¡°c¨®digo de conducta del apostador¡± con autoridad real, porque ahora mismo es demasiado f¨¢cil insultar, ganar una apuesta, publicarla en l¨ªnea y aun as¨ª aparecer a la semana siguiente como si nada.
Ese c¨®digo podr¨ªa comenzar con consecuencias a nivel de cuenta: el abuso verbal a los atletas conlleva una suspensi¨®n inmediata. ?Presumir p¨²blicamente que interferiste con los resultados? Requiere de una revisi¨®n inmediata. Los reincidentes pierden el acceso a los mercados de apuestas deportivas en vivo o son vetados directamente. Los operadores ya monitorean los patrones de apuestas. Tambi¨¦n deber¨ªan monitorear los patrones de comportamiento, esto no solo es un castigo, es una medida ejemplificadora.
?Pero qu¨¦ pasa con las plataformas en las que se presumen estas actitudes? ?D¨®nde est¨¢ la responsabilidad de X cuando un autoproclamado ¡°acosador de atletas¡± sube im¨¢genes de ¨¦l abucheando a una atleta ol¨ªmpica para sus miles de seguidores?
?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de Meta cuando el abuso inunda los mensajes directos de Instagram o los comentarios bajo la foto de un partido de f¨²tbol femenino? Acaparan los clics, fingen que es culpa del algoritmo y se muestran sorprendidos cuando el veneno se desborda. Es un teatro sin acomodadores.
Plataformas como X y Meta deben ir m¨¢s all¨¢ de las p¨¢ginas vac¨ªas de pol¨ªticas e implementar sistemas de moderaci¨®n proactivos para abordar estas preocupaciones. Esto implica marcar autom¨¢ticamente el abuso dirigido a cuentas de atletas verificadas, reducir la visibilidad del contenido que presume de interferir con eventos deportivos e integrar marcos para compartir prohibiciones con otras plataformas. Una prohibici¨®n por abuso en una plataforma deber¨ªa impedir que se alcance en otra.
Si las casas de apuestas finalmente se est¨¢n dando cuenta de la amenaza que representan los apostadores abusivos para la seguridad e integridad de los atletas, las plataformas sociales deben hacer lo mismo. Cuando alguien presume de su ¡°influencia¡± en una carrera y recibe m¨¢s interacci¨®n que el ganador, es evidente que el ecosistema sigue recompensando el rendimiento incorrecto.
?Y qu¨¦ hay de las sedes? Grand Slam Track dijo que est¨¢ investigando y que ¡°implementar¨¢ medidas de seguridad adicionales¡±. Bien, pero esperemos que no sean solo unos cuantos voluntarios m¨¢s con chalecos amarillos y walkie talkies. Una vez que los apostadores creen que pueden influir en los resultados con su voz o tel¨¦fono, es solo cuesti¨®n de tiempo antes de que alguien vaya m¨¢s all¨¢.
Este comportamiento se aprovecha de las grietas entre pol¨ªticas que nunca se cumplen, florece en el silencio entre el pitido final y el primer comentario. Cada sector culpa al siguiente: la casa de apuestas observa la tendencia, la plataforma observa las m¨¦tricas y la federaci¨®n emite un comunicado. Nadie act¨²a con la suficiente rapidez hasta que el propio sistema se convierte en un arma.
El fanatismo no necesita arreglarse, sino reorientarse. Los fan¨¢ticos deben elevar el deporte, no presionarlo. Los apostadores pueden participar sin sentirse con derecho a hacer lo que quieran, y la industria puede recompensar el respeto, no la indignaci¨®n. Imaginemos un mundo donde ganar una apuesta se siente bien, pero presenciar la grandeza en acci¨®n es a¨²n mejor. Ni en los gritos ni en las luces: el futuro est¨¢ en el silencio que a¨²n te pone la piel de gallina.
Para finalizar, analicemos la realidad: el hecho de que alguien haya apostado dinero al resultado no significa que esa persona sea parte del espect¨¢culo. Los deportistas no son personajes de fantas¨ªa en las ligas imaginarias, no nos deben nada, no son acciones que suben o bajan seg¨²n nuestras emociones.
El deporte se trata de esfuerzos, de perder, de ganar por derecha, de esforzarse y aun as¨ª no llegar a los resultados. Se trata del momento, no del margen. Y las apuestas deportivas, cuando se hacen con responsabilidad, se mueven a la par, no por encima de ellas.
?Pero qu¨¦ sucede cuando los apostadores creen que pueden inclinar la balanza gritando insultos desde las tribunas m¨¢s baratas? Eso no es apostar, es hostigar. Si ese es el futuro de los fan¨¢ticos, entonces la carrera no solo est¨¢ perdida, est¨¢ manipulada.